
Presentación del Volumen 12, número especial sobre procesos constituyentes latinoamericanos, de la revista Hybris, Revista de filosofía ISSN 0718-8382. Abril 2021. pp.5-10 por Nicole Darat y Christian Viera
En América Latina, desde 1900 a la fecha, ha habido más de 80 procesos
constituyentes. Gran parte de ellos en contextos extra institucionales, es decir, no utilizando las herramientas que da la propia Constitución para su transformación (Negretto, 2015).
Europa en la actualidad, junto a una crisis económica con características sistémicas que lleva años, está generando movimientos políticos que intentan disputar la hegemonía del clásico bipartidismo con mejores o peores resultados, pero se trata de un proceso inaugurado con esa disputa. En el caso de los españoles, la mirada al sur de América ha sido fundamental: “Sudamérica se ha convertido en el principal y casi único espacio geopolítico de experimentación política en un sentido emancipador” (Errejón, 2013).
Es posible sostener que los procesos destituyentes en América Latina son reactivos, y entre las causas de su irrupción que son de larga data y fruto de una descomposición estructural, se cuentan la pobreza endémica de la zona, la que se ve agravada por la implementación de las políticas neoliberales de los años 90 (en el marco de la famoso consenso de Washington); lo anterior va unido a una pérdida de legitimidad de las elites que detentan el poder, sea por la ausencia de propuestas de apertura
social, sea por el descubrimiento de graves problemas de corrupción. Si a esto sumamos la aparición de nuevos movimientos y fuerzas sociales, que conectan el reclamo y la protesta social con una vocación de poder y de instalación en los órganos del Estado, es posible que propuestas democráticas alternativas tengan éxito. Es lo que ocurrió en los casos de Venezuela, Bolivia y Ecuador. En ciernes se encuentra el caso chileno. En estos tres procesos iniciales, la intuición democrática acompaña el devenir social. De ahí, que al poco tiempo de llegar al Gobierno, Chávez, Morales y Correa quieren enfrentar la crisis política empoderando a la comunidad política; en esos tres casos, la emergencia del poder constituyente se
manifiesta en Asambleas Constituyentes, algunas con mayor celeridad en su trabajo, pero que abren perspectivas constitucionales desconocidas, especialmente porque se creía que el constitucionalismo democrático de la segunda posguerra era la versión definitiva de la conexión entre democracia y derechos sociales. Lo relevante de esta irrupción está dada en que “ante el agotamiento político-institucional y la sensación de impasse en Europa, el ejemplo de los procesos constituyentes latinoamericanos atrae cada vez más miradas en busca de referencias tangibles y asequibles que expliquen el paso de la protesta a la construcción de poder político” (Errejón, 2013).
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